Tuesday, November 07, 2006











¿¿Le conté alguna vez lo del hombre que le enseñó a hablar a su culo?

¿Le conté alguna vez lo del hombre que le enseñó a hablar a su culo? Movía el abdomen entero arriba y abajo, ¿entiende? Pedorreaba las palabras. Nunca había oído nada semejante.

El habla del culo aquel tenía una especie de frecuencia intestinal. Te pegaba justo en los labios, y te entraban las ganas. Como cuando el colon avisa y sientes una especie de frío por dentro, y sabes que no tienes más remedio que soltar el rollo. Pues aquella voz te pegaba ahí abajo, un sonido espeso, pringoso y borboteante, un sonido que se podía oler.

El hombre trabajaba para las ferias, ¿entiende?, y al principio era como un novedoso número de ventrílocuo. Y muy divertido, además, por entonces. Hacía un número que se llamaba "El Mejor Ojo" que era una risa, se lo juro. Se me ha olvidado cómo era, pero era muy divertido. Algo como:

- "Oye, tú, ¿sigues ahí abajo todavía?"

- "¡No! ¡Me he ido a cagar!"

Al cabo de un tiempo, el culo empezó a hablar por sí solo. Salía a escena sin nada preparado y el culo se ponía a improvisar y siempre le replicaba los chistes.

Luego fue desarrollando una especie de dientes, como ganchos ásperos curvados hacia adentro, y empezó a comer. Creyó que era simpático y montó un número con eso, pero el ojete se dedicaba a comerle los pantalones quedando al aire y empezó a hablar por las calles, vociferando que quería igualdad de derechos. Y además se emborrachaba y se ponía a lloriquear, que nadie lo quería ni lo besaban, como a todas las otras bocas. Y así acabó por pasarse todo el día hablando. Podías escuchar los gritos desde cuadras, golpéandolo y metiéndole velas encenidas, pero no servía de nada, hasta que el culo dijo: "Al final serás tú el que calle, no yo. Porque ya no eres necesario. Puedo hablar y comer y cagar."

Después empezó a despertarse por las mañanas con una especie de cola de renacuajo en su boca, llena de gelatina transparente. Lo que los científicos llaman TND, un Tejido No Diferenciado, que se reproduce en todo tipo de zonas del cuerpo humano. Se lo sacaba de la boca y le quedaban trozos pegados en las manos, como gelatina de gasolina ardiendo, y allí nacían, crecían en cualquier sitio donde cayera una gota. Hasta que por fin se le obturó la boca y se le hubiera amputado espontáneamente la cabeza entera, de no ser por los ojos, ¿entiendes?. Lo único que el ojo del culo no podía hacer era ver. Necesitaba los ojos. Pero las conexiones nerviosas quedaron bloqueadas e infiltradas y atrofiadas y el cerebro no podía seguir dando órdenes. Estaba atrapado en el cráneo, sellado. Durante un tiempo podía verse a través de los ojos cómo sufría el cerebro, silencioso e impotente, pero seguramente se murió porque los ojos se apagaron, y ya no reflejaban más sentimientos que un ojo de cangrejo en la punta de una antena.

William Burroughs

Extracto del libro " El almuerzo desnudo".


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