El perro y el frasco
"Mi buen perro, mi bello perro, mi amado Fifí, acércate
y ven a respirar un perfume excelente adquirido en la mejor
tienda de la ciudad".
El perro, agitando la cola -lo que es en estos pobres
seres, creo, el signo equivalente a la risa y la sonrisa- se
aproxima y, con curiosidad, hunde su nariz húmeda en el frasco destapado;
luego, reculando velozmente con horror, me ladra a guisa de reproche.
"Ah, perro miserable, si te hubiera ofrecido un paquete
de excrementos, lo habrías olfateado con delicia, y quizá
devorado. De este modo, indigno compañero de mi opaca vida, te
pareces al público, a quien jamás hay que ofrecerle perfumes
delicados que lo exasperen, sino inmundicias esmeradamente
elegidas".
Charle Baudelaire
"Poemas en Prosa"
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